sábado, mayo 28, 2005
desintoxicación
CLEAN
Lo aviso y después no se quejen. “Clean” es una película difícil de recomendar. Es lo suficientemente árida para que le cueste entrarle al espectador. Por momentos parece empantanada, por otros parece desbandarse. Pero funciona. El guión de Olivier Assayas (director), Malachy Martin y Sarah Perry nos hace creer que es la historia de una madre tratando de recobrar a su hijo. Mentira. “Clean” (como el título lo señala) es la historia de una desintoxicación. Es el camino de regreso de una adicta que ha hecho lo debido para que nadie arriesgue un gramo de confianza en ella. Y el retorno está hecho de pequeñas vacilaciones, de topetazos y derrapes en la ruta. Hasta que encuentre la paz, simbolizada en esa escena final, en la que la protagonista contempla la naturaleza desde un balcón a la vida.
Desde el punto de vista del guión, “Clean” puede dividirse en varios segmentos. El primer segmento (hasta la prisión de Emily) podemos llamarlo la etapa de la heroína. Descontrolada, agresiva, al borde del colapso, Emily lleva a Lee hasta la muerte. Pudo ser ella, pero el que se hundió en la sobredosis (¿suicidio?) fue su pareja. Emily ni se plantea la posibilidad de recuperar a Jay, su hijo, criado por los abuelos en Canadá.
La segunda etapa, desde la prisión de Emily hasta que tira las pastillas en el subte, es la etapa de la metadona. Emily emprendió el camino de regreso, pero todavía vacila. Ha cambiado una droga por otra, mientras intenta hacer buena letra, pero sin convencerse. Hay dos momentos cumbres en este segmento. Primero, la escena en que el representante de Lee, le pide que no lo vuelva a ver. Emily no tiene a nadie, absolutamente, que confíe en ella. Segunda escena: cuando Emily llora en casa de su amiga, tirada en la cama, extrañando a Lee y su apoyo. Hasta allí no acusó el impacto de la muerte de Lee. Afectó a todos los que están a su alrededor (amigos, parientes, fans), pero nadie se pregunta cuánto la afecta a ella. En esa escena queda clara.
La etapa final es la etapa sin drogas. Emily tambalea pero tiene una meta: recuperar a Jay. Primero intenta adaptarse, como en la cárcel, con un trabajo gris, mal pago. Es una de las máscaras que debe caer. Emily es cantante, nada puede cambiar eso. La segunda máscara se la quita el propio Jay: cuál fue su grado de responsabilidad en la muerte de Lee.
Sin adelantar un final, Emily debe resolver esta etapa (y la película) con una decisión ética. Cuando está por mandarse el zapallazo monumental, como ha hecho en su vida, el padre de Lee le presenta una alternativa. Y esa decisión define su futuro, simbolizada en esa escena final de la grabación y la salida al balcón.
Si bien el guión de “Clean” es claro (no es un juego de palabras), casi matemático, el desarrollo de cada etapa tiene un tiempo muy peculiar, como si se arrastrase, arañando el celuloide. Por eso cuesta encontrarle la vuelta a la historia. Pero si el espectador logra meterse en el juego de la historia, la película funciona.
Hay dos pilares principales para sostener la sutileza del guión: Nick Nolte y Maggie Cheung. Con recursos mínimos, con más sugestión que efectismo, pero son cómplices de que el filme no caiga en un pozo irremediable. Para destacar la banda de sonido, entre ellos un par de temas escritos por la propia Maggie Cheung (lamentablemente, no traducidos, como en el fundamental tema del final).
Escenas: la de la grabación; el diálogo entre Emily y Albrecht frente al hotel en París; el encuentro entre Emily y Jay en el zoológico. La frase: “Voy a intentar construir una vida, para Jay y para ti”.
CONSEJO: sólo para entrenados en cine arte. Resto abstenerse, so pena de que me insulten a la salida del cine.
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