viernes, enero 26, 2018
frases de “3 anuncios para un crimen”
¿Quiere pagar por tres vallas, en un camino que nadie utiliza a menos que se pierdan o sean retrasados, por un año?
-¿Qué expresa la ley, sobre lo que puedo escribir o no, en una valla? ¿Supongo que no se puede escribir nada difamatorio tampoco “mierda”, “orina” o “puta”, cierto?
-O... “ano”.
-Bueno… creo que estará bien entonces.
-Supongo que es la madre de Angela Hayes.
-Así es. Soy la madre de Angela Hayes. Mi nombre es Mildred.
-“¿Cómo, Alguacil Willoughby?”... ¿qué?
-¿Qué?
-Sí.
-¿Cómo…? ¿Qué, qué?
-¿Qué?
-Podría arrestarte ahora si quisiera.
-¿Por qué?
-Por vaciar tu cubeta allí. Va contra las leyes ambientales…
-Bueno... antes de que haga eso, oficial Dickson, ¿por qué no va a mirar esa primera valla de allá? Entonces, podremos hablar del puto medio ambiente.
-¿Pusiste esas vallas para seguir jodiendo a la policía?
-Ya están listas.
-Bien hecho. ¡Ve a joder a esos malditos policías!
-No va en contra de ninguna ley de propiedad o de otra mierda. Verifiqué todo esto.
-¿Y dónde verificaste esto?
-En un libro.
-¿En qué libro, genio?
-En uno llamado: “bésame el trasero, no es de tu incumbencia”.
No es difamación si ella sólo está haciendo una pregunta.
Me parece que la policía local está muy ocupada torturando personas negras como para preocuparse por hacer algo por resolver crímenes reales. Pensé que estas vallas quizás sirvan para enfocar sus mentes un poco.
-No sé qué está haciendo la policía, para ser honesta. Solo sé que el cuerpo quemado de mi hija está dos metros bajo tierra, mientras ellos comen donas y hostigan a niños de ocho años por patinar en el estacionamiento.
-¿Y qué tiene que ver el Alguacil Willoughby en esto?
-¿Él es el jefe de ellos, cierto?
Parece que tenemos una guerra en nuestras manos.
-No creo que esas vallas sean muy justas.
-En el tiempo que le tomó venir aquí y quejarse como una perra, Willoughby, probablemente otra pobre chica esté siendo asesinada justo ahora. Pero me alegra que tenga definidas sus prioridades, debo reconocer eso.
-Hay algo más, Mildred. Tengo cáncer. Estoy muriendo.
-Lo sé.
-¿Qué?
-Lo sé. La mayoría en el pueblo lo saben.
-¿Seguirás colocando esas vallas?
-Bueno, no serán tan efectivas después de que se muera, ¿cierto?
Sé que el historial de los derechos humanos en Cuba es muy deplorable cuando se trata de la homosexualidad. ¿Pero matarlos? ¿Seguro que no estás pensando en Wyoming?
¿No es hora de regresar a la casa de mami, Dixon?
¡Oye, Robbie! ¡Creo que el enano quiere acostarse conmigo...! Padre Montgomery…
Sé lo difícil que ha sido para ti, Mildred, el año pasado. Todo lo sabemos. Y si hay algo que necesites estaremos allí. Siempre. Pero el pueblo también sabe qué clase de hombre es William Willoughby. Y el pueblo está completamente en contra de esas vallas suyas.
Toda esa situación es parecida a la de los chicos de su iglesia, ¿cierto? Tienen sus colores, tienen su casa club, son, en otra palabra, una pandilla. Y si están arriba fumando una pipa y leyendo su Biblia mientras sus amigos, miembros de pandillas, se cogen a un monaguillo, bueno... Padre, son igual que esos Crips y esos Bloods... Son culpables. Porque se unieron a la pandilla, hombre. Y no me importa si nunca hicieron una mierda o nunca vieron u oyeron una mierda. Se unieron a la pandilla: son culpables. Y cuando una persona es culpable de cogerse a un monaguillo o de cogerse a cualquier chico... porque sé que ustedes realmente lo minimizan... entonces, ustedes pierden el derecho de venir a mi casa y decir cualquier cosa sobre mí, de mi vida, de mi hija o de mis vallas. Bien, ¿por qué no termina su té, aquí, Padre? Y se va de mi maldita cocina.
-¿Cómo te has sentido, Bill?
-Oh… como si tuviera cáncer en un órgano principal.
-¡Deja de leer malditos cómics y dame el archivo del caso de Hayes!
-¿El caso de Angela Hayes o el caso de Mildred Hayes?
-No hay un caso de Mildred Hayes.
-¿No hizo una visita al dentista hoy, cierto?
-No.
-¿Qué?
-Dije: “no”.
-¿Entonces no fue usted quién perforó un pequeño agujero en la uña del dedo grande del gordo Geoffrey, no?
-Claro que no.
-¿Qué?
-Dije: “claro que no”.
-¿Le hiciste un agujero al dentista?
-No, Denise. No lo hice.
-Y… ¿cómo va el negocio de la tortura de negros, Dixon?
-Se dice negocio de tortura de “personas de color” en estos días.
Si se deshace de cada policía con vagas inclinaciones racistas, entonces tendrá tres policías y todos ellos van a odiar a los maricas. ¿Entonces, qué hará, ya sabe?
-No quise...
-Lo sé...
-Fue un accidente...
-Lo sé, cariño. Es sangre. Iré por alguien...
-Las aves. ¿Contraen cáncer?
-No lo sé. Los perros lo hacen.
-Sí, bueno, no hablaba de los perros, ¿o sí?
El buen camino a casa “Violada mientras moría”. Como si no hubiera dos segundos en el día en el que no pensara en ella o en cómo murió.
-Necesitaremos que te quedes unos días, Bill. No deberías toser sangre.
-Sí. Ya lo había adivinado, doctor.
¡Al chico le crecen cereales en el maldito cabello!
-¡Oh! Necesito usar el baño, pero si hay algún inconveniente… de hecho hay un inconveniente, ¿no es así?... puedo verlo es un inconveniente… puedo aguantarme, está bien...
-Es la primera puerta, bajando de la sala.
-¿Seguro? Siento que estoy invadiendo...
-¡Solo ve a orinar!
-Bien.
-Las vallas no la traerán de regreso, Mildred.
-Tampoco una maldita chica de 19 años, Charlie.
-Sí... pero yo sé eso…
Sólo soy una mierda de padre y tú, una grandiosa mamá. ¿Cierto? ¿Entonces, por qué una semana antes de que muriera, se acercó a mí y me preguntó si podía mudarse conmigo?
-¿Qué pasa con esa nueva actitud rigurosa, Dixon? ¿Tu mamá te ha dado consejos?
-No. Mi mamá... no hace eso…
Aún sin arrestos. ¿Cómo, me pregunto? ¿Por qué no hay un Dios y el mundo está vacío y no importa lo que nos hagamos entre nosotros? Espero que no. ¿Cómo viniste aquí de la nada siendo tan bonita? No tratas de hacerme creer en la reencarnación o algo parecido, ¿cierto? Bien… eres bonita. Pero no eres ella. Ella fue asesinada. Y ahora está muerta para siempre.
Cuando no puedes confiar en los abogados ni en los publicistas... ¿en qué diablos se ha convertido Estados Unidos?
-Él está muriendo, Mildred.
-¡Todos estamos muriendo!
-“Este dinero está destinado al fondo de las vallas de Mildred Hayes porque ella no es la única aquí que odia a los cerdos. Firma: un amigo”.
-¿Supongo que no puedes escoger a tus amigos en estos días, no?
-No hueles a vómito. Lo que es bueno.
-Aquafresh. Un truco que aprendí.
-¿Eres mujer, cierto?
-Tiene un verdadero pene genial, señor Willoughby.
-¿Eso es de una obra? “Tiene un verdadero pene genial, señor Willoughby”. Creo que escuché eso en una de Shakespeare una vez.
-Tonto. Es Oscar Wilde.
NO ABRIR LA BOLSA. SÓLO LLAMAR A LOS CHICOS.
Mi querida, Anne. Hay una carta más larga en el mueble de la ropa que he escrito en las últimas semanas. Esa nos protege a nosotros y mis memorias de nosotros y lo mucho que siempre te he amado. Ésta sólo nos protege esta noche y, aún más importante, de este día.
Éste no es un caso de “vine a este mundo solo y me iré solo”, o cualquier cosa tonta como ésa. No vine a este mundo solo: mi mamá estaba allí. Y no me iré solo... porque tú estabas allí... ebria en el sofá haciendo bromas de pene de Oscar Wilde.
Tus recuerdos finales de mí, serán de nosotros al lado del río y ese tonto juego de pesca en el que creo que ellas hicieron trampa...
Quédate con este día, amor, porque fue el mejor día de mi vida. Besa a las niñas por mí y entérate de que siempre te he amado. Y quizás te vea de nuevo si hay otro lugar. Y si no lo hay… bueno, ha sido el cielo conocerte a ti. Tu chico... Bill.
¿Ves, Red? Tengo problemas con los amigos blancos, también.
¿Sabes quién arrojo esa lata?
-¿Cómo van las cosas con el caso de Angela Hayes?
-¿Cómo van las cosas con el caso “Métase en sus malditos asuntos”?
-¿Cómo van las cosas con “entrégueme su arma y su placa”?
Escuche. No puedo encontrar mi placa. No, en serio… quizás la perdí...
-Creo que acabo de ser despedido. Despedido o suspendido. No estoy seguro...
-Despedido.
-Me debe siete malditos dólares por el conejo.
-¿Supongo que tendrá que quitármelos la próxima vez que pase, no Mildred?
No estoy segura de lo que haremos el resto del día. Es difícil saber qué hacer el día que tu esposo se mató.
Yo decidí pagar el siguiente mes de alquiler de las vallas. Pensé que sería gracioso. Tendrás que defenderlas otro mes entero, después de que me entierren. Ja, Ja, Ja. La broma está contra ti, Mildred, y espero que ellos no te maten. Así que buena suerte con todo eso y buena suerte con todo lo demás, también. Espero y rezo para que lo atrapes.
-¿Te darán algo de dinero por ser despedido y todo eso?
-No sé cuál es el esquema de compensación por arrojar a un sujeto por la ventana, mamá. Supongo que debería de haber investigado eso antes. ¡Déjame buscarlo en Google!
-¿Qué harás, Mildred? ¿Los crucificarás, cómo dijiste?
-Sí, voy a crucificarlos.
-¿A quién crucificarás? ¿A los hijos de puta?
-¡Sí! Crucificaré a los hijos de puta.
-Bueno, será mejor que esos hijos de puta se cuiden.
Esto no le pone un final a nada, maldita retardada. Éste es solo el comienzo. ¿Por qué no pones eso en tu maldito programa “Buenos días, Missouri”? ¡Perra!
Creo que tienes las cualidades para ser un verdadero buen policía, Jason... ¿Y sabes por qué? Porque en el fondo eres un hombre decente. Sé que tú no crees que yo pienso eso, pero lo hago, pedazo de mierda. También creo que estas muy enojado, sin embargo... Y sé que todo empezó desde que tu papá murió y tuviste que cuidar después a tu mamá y todo eso. Pero mientras mantengas mucho odio, no creo entonces que vayas a convertirte en lo que sé que quieres convertirte... en un detective. Porque tú sabes lo que necesitas para convertirte en un detective. Y sé que vas a retorcerte de dolor cuando diga esto. Pero lo que necesitas para convertirte en un detective es amor. Porque a través del verdadero amor, viene la calma. Y a través de la calma viene el pensamiento. Y necesitas pensamiento para detectar cosas algunas veces, Jason. Eso es todo lo que necesitas. No necesitas un arma, incluso. Y definitivamente, no necesitas odio. El odio nunca ha resuelto nada. Pero, la calma sí. Y el pensamiento, sí. Inténtalo. Inténtalo solo como un cambio. Nadie pensará que eres gay. ¡Y si lo hacen, arréstalos por homofobia!
Eres un hombre decente y sí, has tenido una racha de mala suerte. Pero las cosas van a cambiar para ti... Puedo sentirlo.
-¿Entonces, quieres salir a cenar la próxima semana?
-Saldré a cenar contigo. Pero no voy a coger contigo.
¡Y deja de llorar! La sal solo jode tus heridas.
Está bien. Me gusta sostener escaleras.
-¿Aún quieres colocar el de Willoughby, él murió y todo eso?
-¿Por qué no? Él pagó por eso.
-Cierto.
¿Penélope, dijo “engendra”?
Sé que soy un enano que vende autos y tiene problemas con el alcohol. Lo sé. ¿Pero quién diablos eres tú? Eres la mujer de las vallas que nunca sonríe, que nunca tienen nada bueno que decirle a nadie y que, por las tardes,... ¡inicia un maldito incendio en la estación de policía! ¿Y soy yo el que no es mucho? ¡Oye! Sabes, ¡no necesitaba sostener tu escalera!
-¿En serio le dijiste, “ira engendra más ira”?
-¡Oh! ¡Sí! ¡Lo hice! ¡Aunque no lo pensé yo! ¡No puedo reclamar eso! No. Lo leí en un marcador. De un libro que estaba leyendo. Sobre polio. ¿Polo, no? ¿El de los caballos? ¿Polio? ¿Polo?
Sé amable con ella, Charlie. ¿Lo entendiste?
-Así que quería que lo supieras pronto. No quiero darte esperanzas, ¿sabes?
-He tratado de no hacerlo.
-Bueno, todo lo que puedes hacer es intentarlo, como dice mi mamá.
¡Oye, Dixon! Gracias…
Lo hiciste bien, Jason. Lo hiciste muy bien. Pero él no era el sujeto.
Encontré mi placa, después de todo.
-Lamento haberte dado esperanzas.
-Está bien. Al menos, tuve un día de esperanza. Es más de lo que he tenido por un tiempo.
-Bueno... sé que no es el violador de ella. Es un violador, sin embargo. Estoy seguro de eso.
-¿Qué tratas de decirme?
-Tengo su matrícula. Sé dónde él vive.
-¿Dónde vive?
-Vive en Idaho.
-Eso es gracioso. Conduciré a Idaho en la mañana.
-¿Quieres algo de compañía?
-Oye, Dixon.
-¿Sí?
-Necesito decirte algo. Fui yo quien incendió la estación de policía.
-Bueno… ¿quién carajos más hubiera sido?
-¿Dixon?
-¿Sí?
-¿Estás seguro de esto?
-¿De matar a este tipo? No, en realidad. ¿Y tú?
-No, en realidad. Supongo que podemos decidirlo en el camino.
jueves, enero 25, 2018
en la maraña del odio
3 ANUNCIOS PARA UN CRIMEN
data: http://www.imdb.com/title/tt5027774
Martin McDonagh asoma en el radar del cine como un director distinto. Nos regaló dos películas que llamaron la atención: “Escondidos en Brujas” y “Siete psicópatas”. Y ahora repite con una película entre las mejores que veremos este año. Su estilo es peculiar: hay humor, hay drama, hay personajes fuera del promedio, hay mucha emoción y un trío de actores que dan una clase de actuación. Lo peor que le puede pasar a “3 anuncios para un crimen” es que el público le huya por su temática, una madre que llama la atención para que no se empantane la investigación por la violación y crimen de su hija. Porque “3 anuncios…” no es una historia policial. Es una historia de cómo el odio nos afecta, como transciende a una comunidad y de cuál es el tortuoso camino para iniciar el camino de retorno cuando estamos a su merced.
La protagonista es Mildred Hayes, una mujer de fuerte temperamento, atravesada por un dolor: el cuerpo de su hija adolescente apareció quemado en las afueras de Ebbing, un pueblito de Missouri. El análisis forense arrojó otro dato aterrador: la joven fue violada mientras agonizaba. La investigación policial se encuentra estancada. Y Hayes intuye que el autor del crimen no será atrapado.
La bronca de Mildred apela a un último recurso para que el caso no caiga en el olvido: alquila tres carteles publicitarios, en las afueras del pueblo, con sendas sencillas frases. Primero: “Violada mientras moría”; segundo: “¿Aún sin arrestos?”; tercero y último: “¿Cómo puede ser, Alguacil Willoughby?”.
Esos avisos son un golpe directo al mentón, no sólo de la policía de Ebbing sino a la población entera. Mildred Hayes se convierte en una enemiga del pueblo, un ser molesto para la comunidad que comprende su dolor pero no avala su cuestionamiento al Alguacil Willoughby, un hombre de bien, un policía honesto, un padre de familia con una enfermedad terminal.
A partir de allí, “3 anuncios…” desarrolla la trama, con un conflicto a tres bandas. Una es Mildred Hayes, enfrentándose a su familia (su hijo y su ex marido); otro es el propio Willoughby, que lucha con su propio final y con la resolución de un caso que no tiene resultados a la vista; y el otro, es Dixon, un personaje muy especial en esta historia. Dixon es el típico policía racista, con denuncias de torturas de afroamericanos, alcohólico, a cargo de una madre que lo domina, tan xenófoba como él, en suma, un inútil que es una mancha para la institución. Pero Willoughby lo avala, ve en él, algo que ni el propio Dixon ve: el potencial de un buen policía. Pero sabe también que Dixon está poniendo su carrera y su vida en riesgo.
Las interacciones de estos tres personajes sostienen la trama de “3 anuncios…”. Es un triángulo dramático clave. Porque el guion de Martin McDonagh se mueve por otro camino, alejándose de lo que esperamos al ver la primera escena. “3 anuncios…” no será una película sobre la investigación de un crimen. Tampoco un drama sobre una muerte. McDonagh elige reflexionar sobre el odio. Y sobre lo que el odio hace con nosotros.
Los tres personajes básicos están embebidos en el odio, un odio nacido por la frustración del destino. Mildred por la muerte de la hija y por la culpa de unas palabras dichas en el fragor de una discusión que no debieron nunca ser pronunciadas en voz alta; Willoughby porque está por morir y deja sin protección a su amada esposa y sus dos pequeñas hijas; Dixon porque tiene que cargar con su madre enferma, tras la muerte de su padre y lidiar con su cotidiano menosprecio.
¿Cómo reaccionan los tres personajes que conviven con el odio? Del mismo modo: con agresión. Un reflejo instintivo. Un deseo de confrontar sin importar el objetivo. Un deseo implícito de que los otros sufran del mismo modo que ellos están sufriendo. Y esa es la clave: detrás del odio, está la frustración, la sensación que el destino ha jugado en contra y que todas las certezas que sostenían nuestras vidas, se derrumbaron como un castillo de naipes.
“3 anuncios…” muestra a los personajes en el clímax de su temporada en el arrabal del odio. Y todo se tuerce hasta llegar al punto en que la telaraña del odio empieza a desmontarse. Willoughby es el primero en dar el paso. Se está despidiendo de la vida. Y con un par de cartas, acerca a los otros dos personajes del triángulo, dándoles el empujoncito para cambiar.
“A través del verdadero amor, viene la calma. Y a través de la calma viene el pensamiento” escribe Willoughby en su despedida a Dixon. Es la tesis del filme.
El guion de Martin McDonagh es lúcido, sutil, combinando muy buenos diálogos con momentos emotivos. El libro funciona porque los personajes son capaces de arrojarnos una frase humorística en el momento de mayor intensidad dramática. Con mucha maestría, evita caer en golpes bajos y sensibleros.
Y el otro cómplice para realzar el brillo del texto, es la actuación del terceto protagonista. Frances McDormand nos da una de sus habituales interpretaciones donde, con solo alzar una ceja, transmite la intensidad del personaje. Es deliciosa su actuación, medida, intensa, cercana. Woody Harrelson es el segundo punto alto, en un personaje hecho a medida. Y Sam Rockwell proporciona el personaje con más variantes, el que pasa del desprecio al afecto del espectador. Este triángulo eleva al filme y lo torna en memorable.
Señor visitante de esta página: hágame caso, no deje pasar a “3 anuncios…”. Me lo va a agradecer.
Mañana, las mejores frases.
jueves, enero 18, 2018
ver las personas que tenés al lado
PEQUEÑA GRAN VIDA
data: http://www.imdb.com/title/tt1389072
Tengo una relación ambigua con las películas de Alexander Payne. Les reconozco su inteligencia y el nivel de sutileza. Pero las encuentro de cierta frialdad, cierto pecado de intelectualidad que dificulta empatizar con sus historias. Y cuando vi los trailers de “Pequeña gran vida” me sorprendió el género utilizado, una comedia con toques de ciencia ficción. La crítica local no trató con gentileza esta nueva película de Payne, cosa rara porque es un artista estimado por los críticos. Pero esta ocasión la opinión mayoritaria fue separar las cosas: una brillante primera parte; un desenlace flojo. Bueno, como vengo a contramano de la crítica, no se extrañen que ésta es la película de Alexander Payne que más me gustó. Básicamente por encontrarle humanidad a sus personajes, confundidos en la búsqueda de un mundo mejor. Las peores perspectivas amenazan al género humano, pero en la ácida comedia de Alexander Payne todo se reduce a mirar más al tipo que tenés al lado que a buscar la salvación de la humanidad. Tal vez esa crítica al activismo progresista (que mira al conjunto para no tener que ocuparse del individuo) sea la que no terminó de conformar a nuestros críticos bienpensantes.
En el mundo de “Pequeña gran vida”, la gente puede reducir su tamaño por medio de un tratamiento científico irreversible, con lo que automáticamente logran una disminución crucial de sus consumos. Tiene un doble beneficio: el impacto ambiental de cada humano se reduce; el costo de vida también porque el espacio, los alimentos, la vestimenta, todo se reduce proporcionalmente. Paul Safranek, el protagonista, es un tipo servicial que ayuda a otros a superar patologías de posición (dolores de espalda, de articulaciones, etc.). Está casado, viven en el hogar que le dejó su madre y notan que se van retrasando económicamente respecto a otros de su generación. La opción de la reducción es una oportunidad que brilla por sus beneficios.
Finalmente, Paul y su esposa Audrey deciden someterse al tratamiento e ir a vivir a Leisureland (literalmente, Tierra de Ocio), un barrio privado para personas pequeñas. Cuando Paul despierta del proceso de reducción, se entera que Audrey se arrepintió a último momento. De pronto, el sueño se convirtió en pesadilla. Está solo, reducido, en un nuevo mundo.
Esa primera parte de “Pequeña gran vida” es, además de ingeniosa, bastante ácida. Vemos que hay una insatisfacción laboral y existencial en Paul. Es un tipo que ayuda a otros pero no hay una devolución de la gente que lo rodea. El personaje de Audrey (breve aparición de Kristen Wiig) es un buen ejemplo de cómo lo tratan a Paul. En el llamado telefónico post-reducción, Audrey empieza pidiendo perdón y termina diciendo: “Debería haber pensado más en mí misma”. Es un buen indicador de cómo era la relación entre Paul y Audrey. Ella acaba de traicionarlo, dejándolo solo en una instancia que altera para siempre su vida, pero se da el tiempo para acusarse por no haber considerado sus propios deseos. Parece que Paul repite esas relaciones en la que él da y no recibe retribución a cambio. El breve momento de su madre es el antecedente de ese mecanismo de sometimiento a los deseos de otro.
En Leisureland, todo ha cambiado para Paul. No debe preocuparse de lo económico. Está libre para trabar nuevas relaciones. Pero todo es incomodidad en su vida. No sabe dónde cuadrar. El cambio de mundo no ha mejorado su condición. Porque, muy posiblemente, su problema no haya sido las limitaciones que encontró en el mundo de los “grandes”; su insatisfacción estaba en su interior.
Ésa es una de las primeras reflexiones del filme, la forma en la que gente imagina mundos ideales en dónde podría llevar una vida distinta. Leisureland es la alternativa del mundo ideal en el universo de “Pequeña gran vida”. Pero una vez que están ahí, la gente tiene las mismas dificultades que en su vida anterior. Visto de lejos, Leisureland es el mundo idílico donde se puede vivir tomando champagne y comprando diamantes por menos de cien dólares. Al rascar la superficie, se observa que las mismas diferencias del mundo normal, se replican en esa utopía. Es una de las primeras lecciones de “Pequeña gran vida”: no hay lugar donde esconderse. Puedes tener la ilusión de vivir en la burbuja y olvidarte de los problemas cotidianos. Pero es sólo una ilusión. Los problemas siguen ahí y gran parte de la vida es cómo lidiar con ellos.
Paul está en una inestable estabilidad que alteran dos personajes. Uno, Dusan, su vecino, un tipo simpático, traficante ilegal, fiestero, dispuesto a vivir la vida. Ese personaje le altera parcialmente la vida porque es el primero que le aconseja sobre salir al mundo y ver lo que le espera afuera. Y por él, conoce a Ngoc Lan Tran, la disidente vietnamita, reducida a la fuerza, con una pierna menos y que sobrevive en los barrios marginales de Leisureland. Lo que Ngoc Lan Tran le da es el amor y una razón para vivir: ayudar a los otros.
Ésa es la otra reflexión que toma el filme en la segunda mitad (la que menos le gustó a los críticos). Es la tesis central del filme. A veces, los humanos caen en la tentación de sobreponer las necesidades de la Humanidad (en mayúscula) a la de los propios humanos que la componen. El bosque impide ver el árbol. Lo que Ngoc Lan Tran le da, con su ejemplo, es observar al batallón de perdedores y tenderle la mano. En contraposición, en la resolución del filme, Paul deberá sopesar esas alternativas: ser parte de algo más grande o ayudar al que está al lado.
En ese desenlace, Alexander Payne desliza una postura no correcta desde el punto político pero profundo desde lo humano. Payne parece tomar en sorna a todos los grandes movimientos, desde el hiperconsumo capitalista hasta el ecologismo. Todas son filosofías que intentan distraernos de nuestra pequeñez, que nos permiten llevar esa hipócrita satisfacción de estar participando de algo grande, mientras a nuestro lado caen miles. Payne toma posición en una de las últimas escenas del filme, cuando Paul lleva comida a uno de los ancianos pobres de la barriada miserable. Paul le da la comida, lo saluda y se va porque Ngoc Lan Tran está tocando la bocina del auto afuera. Pero se detiene un momento y lo mira. Ésa es la elección del personaje y una reafirmación ética: darse el tiempo para ver el sufrimiento humano. Y aportar lo que se pueda para paliarlo. No está la utopía de resolver todos los problemas de la sociedad; sólo mejorar el día de la persona que tenemos al lado.
Pequeño en sus aspiraciones, Paul encuentra la paz en esa satisfacción del deber cumplido. Ha cumplido. Ese día el mundo es mejor por su acción que cuándo se levantó. No hay mucho más que pedir, tal vez. En esa sabiduría profunda del día a día, en un mundo que se cae a pedazos y enfrenta su extinción, Paul apuesta por la validez del bien y del abrazo humano.
Esa idea no parece menor. Controvertida, tal vez. Pero es una moraleja muy humana, cálida, alguna de las cosas que no nos terminaban de identificar con las anteriores películas de Payne. Aquí, creemos, sube ese escalón y, con la sutileza que lo caracteriza, nos sugiere que tal vez, con menos militancia y más caridad, el mundo podría llegar a ser un lugar mejor.
Nos gustó “Pequeña gran vida”. Está para recomendar.
Mañana, las mejores frases.
miércoles, enero 17, 2018
frases de “Pequeña gran vida”
La causa de todas las catástrofes que estamos viendo hoy es la superpoblación. Estamos orgullosos de revelar el único remedio práctico para el mayor problema de la humanidad. ¿Está listo, doctor?
Levántate y abre tus ojos. Este pequeño mundo está lleno de cosas para ver.
-En Leisureland, sus U$S 100.000 se traducen en U$S 12,5 millones para mantenerse ¡de por vida!
-¡Guau!
Sé que el divorcio hace mella en la autoestima de cualquier persona, pero reducir el tamaño se trata de presionar el botón de reinicio, comenzar de nuevo.
-La Reducción elimina la presión.
-Además… realmente estás haciendo una diferencia.
-¿Te refieres a toda esa basura sobre salvar el planeta?
-Sí.
-Reducir el tamaño se trata de salvarte a ti mismo. Vivimos como reyes. Tenemos las mejores casas, los mejores restaurantes… Cheesecake Factory… tenemos tres de ellas…
A veces piensas que estamos en el mundo normal. Y luego sucede algo y te das cuenta de que no.
¿Quieres mi consejo? Leisureland es donde quieres estar.
-Sr. Safranek, tiene una llamada.
-Paul… no te enojes conmigo. ¡Por favor, no te enojes! No puedo dejar a mi familia. No puedo dejar a mis amigos. Lo siento, Paul. Debería haber pensado más en mí misma.
-¿Pensando en ti misma? ¡Tengo doce centímetros de alto!
-¿Dave? ¡Ése es Dave! ¡Dave Johnson!
-Hola a todos.
-Y Carol. Él nunca me pareció el tipo de hombre que querría reducirse.
¿Entiende que se someterá al procedimiento médico permanente e irreversible comúnmente conocido como “Reducción de persona” y que sus cuerpos serán aproximadamente del 0.0364% de su masa y volumen actuales?
-Te veré del otro lado.
-Te amo.
Tan grande como pueda, por favor.
Éstas son las personas a las que deberíamos ayudar.
¿Por qué reduje mi tamaño? Para que yo pueda estar aquí ahora mismo. Finalmente tengo la oportunidad de hacer algo que importa.
-¿Has visto las noticias hoy?
-¿Sobre el pequeño hombre sueco?
No es como si estuviéramos muriendo. Nos estamos mudando.
Las personas grandes nos miran como si fuéramos fanáticos. Son los fanáticos.
-¿De dónde sacaste la rosa?
-Una nueva tienda. Flores de tamaño completo.
No seas tan americano.
-¿Esto es legal
-Bebé… éste es el Salvaje Oeste.
Eres un hombre bueno.
¿Qué tipo de cogida hemos tenido?
jueves, enero 11, 2018
jugando con la luz
LA RUEDA DE LA MARAVILLA
data: http://www.imdb.com/title/tt5825380
En estos últimos años, Woody Allen está liberado de la superstición del éxito. Filma una película por año, unas mejores, otras peores, probando aquí y allá, dentro de un terreno en el que se siente cómodo. “La rueda de la maravilla” es su última película y, muy posiblemente, no sea de las afortunadas. Acordamos que puede ser una de sus obras menores. Sin embargo, podemos rescatar varias ideas interesantes, hallazgos que nos dejan pensando si en las obras menores de otros autores podemos hallar estos apuntes cinematográficos que encontramos en este Woody Allen light.
Acá Woody Allen se viste de dramaturgo. Es una obra muy teatral, en sus parlamentos y en su puesta en escena. Eso le da cierta artificialidad, cierta sintaxis de otro género que acartona la película. Woody Allen menciona en la película a Chejov. Pero su protagonista, Ginny, nos hace acordar a la Blanche DuBois de Tennessee Williams. Ginny es un personaje prisionero de sus pasiones, enamorada de un imposible y por el que decide apostar pese a las nulas probabilidades de éxito. Presa en un matrimonio sin amor, casada con un hombre simplón que patéticamente la ama, la casa es una jaula, los barrotes de la mediocridad cercando su futuro. Ginny todavía cree que la vida le puede deparar una posibilidad. Lo trágico es que está en esa parte de la existencia en que el destino no ofrece ninguna oportunidad. Sobre esa brecha entre el deseo y lo real se asienta el precario edificio de la tragedia de este personaje.
Woody Allen ubica a sus personajes en una casa con vista a la rueda de la fortuna de un parque de diversiones, en la Coney Island de los ’50, feria de atracciones para el entretenimiento popular y barato. El bullicio forzado es un contexto que resalta la amargura de Ginny. Sobre la felicidad burda de los otros, sobre los gritos y las carcajadas, su existencia gris resalta. La locación no tiene intimidad: un ambiente abierto con ventanas y puertas expuestas a la multitud. El contrapunto remarca las frustraciones del personaje que repite dos reacciones ante la tensión: la necesidad de una copa y la migraña sistemática. Ginny está por derrumbarse. Y ese amor de verano que aparece en su vida es la última evidencia de su condena.
El tenor trágico de Ginny se acrecienta porque está entrando en la madurez. Todavía puede seducir pero sabe que ya no puede enamorar. Y para cambiar de vida, necesita a ese hombre que es el salvoconducto para escapar de la trampa de ese matrimonio gris. El drama de Ginny es que puede manipular a Humpty pero no lo quiere y que al que querría dominar, al joven Mickey, ya no cuenta con suficiente poder de fuego para lograrlo. La seducción de Ginny está menguando como la luz del sol del atardecer que nos atrae por su calidez pero que está vecina a la noche. Refuerza esa idea la fotografía de Vittorio Storaro, saturando el plano de Ginny con esos tonos naranjas que van mutando en la misma escena, a una luz fría y azulada. Cuando Ginny está encendida (principalmente en sus diálogos con Mickey), adquiere un aura candente, una traducción visual de su poder de seducción. Pero esa luz es débil. Cuando se contrapone la figura de Carolina (una seducción más tosca, menos elaborada, pero que tiene la omnipotencia de la juventud), la iluminación de Storaro marca el eclipse de esos tonos naranjas. Atardece en Ginny cuando Carolina resplandece.
La tragedia se resuelve en el filme con un desenlace clásico: cuando Ginny no puede ganar por el deseo cae en el recurso burdo del crimen. Pero su intento final de atrapar a Mickey es el canto del cisne: se viste con el vestuario de esa obra teatral estudiantil que representa su cénit pero también su ocaso. La capa brillante, el vestido blanco escotado a lo Marilyn, el broche que luce en su cuello, el vacilante parloteo para ofrecerle a Mickey un perdón que él no tiene en mente pedir. El derrumbe de Ginny es completo y definitivo. El día siguiente es la resaca que confirma que su vida seguirá por los mismos carriles mediocres que la han llevado a ese punto.
Tal vez pueda criticarse que este ejercicio dramático de Woody Allen es plano, sin mucha sutileza, de manual en su planteo. Tiene una estrella que acapara todo: Kate Winslet como Ginny, aporta los mejores momentos del filme. Los restantes actores del drama (Jim Belushi, Justin Timberlake, Juno Temple) no terminan de hacer creíbles a sus personajes, no logran bajarse del cliché y eso resiente el resultado final. Posiblemente, las deficiencias estén más en el guion que en las actuaciones. Los parlamentos de estos personajes tienen menos sutileza, menos dimensiones que el de Ginny. La protagonista es el nodo centrípeto que ha extraído lo mejor de los otros personajes y los ha dejado seco para lucir ella.
Pero repetimos, aún con estas deficiencias que la ubican como una obra menor en la larga filmografía de Woody Allen, “La rueda de las maravilla” nos permitió reflexionar sobre su estructura y señalar algunos guiños al espectador. Eso habla de la maestría de un genio del cine que extrañaremos cuando ya no esté. Un artesano de la disciplina que no se suele ver en estos tiempos.
Algunas de las frases de “La rueda de la maravilla”:
-Estoy marcada. Me van a matar.
-Eso es lo que obtienes cuando te casas con un gángster.
Tengo que tomar una copa.
Cuando te casas con un hombre que se hizo rico poniendo los pies de las personas en cemento… ¡probablemente nunca tengas que lavar un plato!
-¿A tu esposa ya no le gusta ir a pescar ¿eh?
-Hizo como si le gustara. Me tiró el anzuelo. Yo era el pez.
Sabes que es una mujer marcada. No deberías seguir adelante.
-¿Te besó?
-¿Por qué te acaloras tanto?
¡Mi cabeza late con fuerza! ¡Todo se está derrumbando!
-Sé lo que hiciste.
-¿No crees que estás siendo un poco melodramático?
Cuando se trata de amor, todos somos nuestro peor enemigo.