sábado, enero 28, 2017
frases de “La La Land”
Las noches de domingo en verano, nos sentábamos en el cine y apagaban las luces. Un mundo en Tecnicolor, hecho de música y maquinaria, me llamaba a estar en esa pantalla y vivir dentro de cada escena. Sin tener un centavo, subí a un autobús y vine aquí. Si soy valiente o sólo estoy loco, ya lo veremos. Tal vez en ese pueblo aburrido, un día se siente, apaguen las luces, verá mi rostro y pensará en que me conocía.
Subo estas colinas. Mi meta son las alturas. Y perseguir todas las luces que brillen. Y cuando te desilusionen… levántate de nuevo. Porque llega la mañana. Y es otro día más de sol.
El micrófono polvoriento y la luz de neón son todo lo que necesito.
-¿Cuánto más verás a todos los clichés de Hollywood juntos?
-¡Nos burlaremos juntas!
Un pequeño encuentro casual, podría ser lo que has estado esperando. Sólo esfuérzate un poco más.
Si causas la impresión correcta, todo el mundo sabrá tu nombre. Estás en la vía rápida. Alguien en la multitud, puede ser a quien debes conocer, quien al fin te dé el empujón. Alguien en la multitud podría llevarte a dónde quieres ir. Si estás lista para que te encuentren.
Haz lo que tengas que hacer hasta que te descubran. Y te conviertan en más de lo que ves ahora.
Debes ir a buscar a esa persona en la multitud.
Observas mientras el mundo sigue girando. En alguna parte hay un lugar, dónde descubriré quien voy a ser... Alguien que sólo está esperando a ser encontrada.
No puedo creer que lo convirtieran en un lugar de samba y tapas.
-¿Le gusta el jazz?
-Probablemente no.
-Entonces, ¿de qué vamos a hablar?
La cosa es... me tratas como si la vida me tuviera contra las cuerdas. Quiero estar contra las cuerdas. ¿De acuerdo? Sólo permito que la vida me golpee hasta que se canse. Luego la voy a golpear.
-Escucho lo que dices. Pero no creo que sea lo que quieres decir.
-Si. No me estás oyendo. Estás despedido.
-Eso dices, pero lo qué quieres decir es...
-Estás despedido.
-…toca la lista, Seb.
-Es Navidad.
-Sí, veo la decoración. Buena suerte en Año Nuevo.
La gente habla de mí. Es muy emocionante.
-Está bien. Te recuerdo. Y admito que fui un poco cortante esa noche…
-¿Cortante?
-Bien... fui un idiota. Lo admito.
-De acuerdo.
-Pero pedirle “I ran” a un músico serio… es demasiado.
Eres actriz. Me pareces conocida. ¿Te he visto en algo? En una cafetería dentro de los Estudios Warner. Es un clásico.
¡George Michael!
-Es bastante extraño que nos sigamos encontrando.
-Tal vez significa algo.
-Lo dudo.
-Sí, no lo creo.
-Pon eso contra tu barbilla.
-¿Esto?
-Sí. Tu cabeza funciona como una antena. Te da cáncer, pero hallas tu auto más rápido.
-¿Qué?
-Vives menos, pero llegas más rápido a donde quieres ir.
-No es la gran vista, ¿verdad?
-He visto mejores.
Nos topamos con una vista hecha a la medida para dos. Lástima que esos dos, seamos tú y yo. A alguna otra chica y chico les fascinaría este cielo agitado. Pero sólo estamos tú y yo.
Que forma de desperdiciar, una noche encantadora.
Así es Los Ángeles. Se venera todo y no se valora nada.
-Sí... debería de haber sido abogada.
-Como si el mundo necesitara a más abogados.
-No necesita a más actrices.
-Por ejemplo, Louis Armstrong. Podría haber tocado la música de banda que le pedían. Pero no lo hizo. ¿Qué hizo?
-¿Qué hizo?
-Hizo historia, ¿no?
Debo decirte algo de una vez, para sacarlo del camino: odio el jazz.
Yo creo que cuando la gente dice que odia el jazz es porque no tiene contexto, no sabe de dónde viene. ¿Sabes? El jazz nació en una pensión de mala muerte en Nueva Orleans y la gente amontonada ahí, hablaba cinco idiomas distintos. No podían hablar entre sí. Su única forma de comunicarse era con el jazz.
-Así que creo que eso es parte del problema… es que no sólo debes oírla. Tienes que verla. Ver qué está en juego. Mira a estos tipos. Mira a ese saxofonista. Secuestró la canción. Está en su propio viaje. Todos están componiendo, haciendo arreglos, escribiendo y tocando la melodía. Sólo... Ahora mira al trompetista. Él tiene su propia idea. Es conflicto, es hacer concesiones, y es... es nuevo cada vez. Es nuevo cada noche. Es muy, muy emocionante. Y está muriendo. Está muriendo, Mia. Muerte prematura. Y el mundo dice: “Déjenlo morir. Ya pasó su tiempo”. Pero no lo voy a permitir.
-¿Qué vas a hacer?
-Abrir mi propio club de jazz.
Ciudad de estrellas ¿Brillas sólo para mí? Ciudad de estrellas. Hay tanto que no puedo ver. ¿Quién sabe? ¿Será el comienzo de algo nuevo y maravilloso? O un sueño más que no puedo realizar.
-Creo que deberías llamarlo “Seb's”.
-¿Qué?
-Nadie irá a algo llamado “Brocheta de Pollo”.
-No puedo permitir que bailen samba sobre su historia. No puedo.
-Si puedes. Pero te rehúsas.
Lo sé. Es diferente. Pero dices que quieres salvar al jazz. ¿Cómo vas a salvarlo si nadie lo escucha? El jazz está muriendo por gente como tú. Tú tocas para personas de 90 años en “The Lighthouse”. ¿Dónde están los chicos? ¿Los jóvenes? Sigues obsesionado con Kenny Clarke y Thelonious Monk. Fueron revolucionarios. ¿Cómo vas a ser revolucionario, si eres tan tradicionalista? Te aferras al pasado, pero el jazz es cosa del futuro.
Lo sé. El otro tecladista no era tan bueno como tú. Pero tú eres un dolor en el trasero, hombre.
Ciudad de estrellas... hay una sola cosa que todos quieren. Allá en los bares. O a través de la cortina de humo de los restaurantes abarrotados. Es el amor.
Una mirada en los ojos de alguien que ilumine los cielos. Que abra el mundo y lo haga girar. Una voz que diga: “estaré aquí y vas a estar bien”.
-Digo, ¿qué creías que iba a hacer?
-Yo no... no lo había pensado. No sabía que el grupo...
-No creíste que tendríamos éxito.
-¿Te gusta la música que tocas?
-Yo no... no sé... ¿Por qué es importante?
-Bueno, importa porque si vas a renunciar a tu sueño... creo que importa que te guste lo que toques en el camino, por años.
-¿Te gusta la música que toco?
-Sí. Así es. Sólo no me pareció que a ti te gustara.
-¡A nadie le gusta el jazz! ¡Ni siquiera a ti!
-¡Ya me gusta el jazz, gracias a ti!
-¡Toma tus ganancias y abre un club!
-¿Al que nadie querrá ir?
-La gente querrá ir porque a ti te apasiona. Y eso le gusta a la gente. Les recuerdas lo que han olvidado.
-No en mi experiencia. Bueno, no importa. Es momento de madurar. Tengo un empleo estable. A esto me dedico. ¡Si te molesta, lo hubieras dicho antes de que firmara el maldito contrato!
-Sólo digo que tenías un sueño que querías llevar a cabo...
-¡Esto es el sueño! Esto es el sueño.
-¡No es tu sueño!
-Hombres como yo trabajan toda su vida por estar en algo exitoso, que le agrade a la gente. ¿Sabes? Al fin estoy en algo que le agrade a la gente.
-¿Desde cuándo eso te importa?
-No importa que no me guste.
-¿Por qué te importa tanto que les guste?
-¡Tú eres actriz! ¿Qué estás diciendo? Quizás te gustaba cuando era un fracaso porque te sentías mejor contigo misma.
Ahora, muerde así tu labio como si te concentrarás en algo… en tu música.
Bien, toca algo. Toca algo, tú sabes. Lo que sea. Eres pianista, ¿no? Toca algo.
-Se acabó.
-¿Qué cosa?
-Se acabó.
-¿Qué?
-Todo esto. Ya no quiero pasar vergüenzas. Ya no. Ya no. No vino nadie.
-¡He ido a miles de audiciones y siempre sucede lo mismo! ¡Me interrumpen porque alguien quiere un sándwich! ¡O estoy llorando y se burlan! ¡O hay personas en la sala de espera y son… y son... son como yo, pero más bonitas... y mejores… porque tal vez no soy suficientemente buena.
-Sí lo eres.
-No. Tal vez no lo sea.
-Sí lo eres.
-Tal vez sea de esas personas que siempre han querido actuar... pero para mí es un sueño imposible, ¿me entiendes? Tú lo dijiste: Tal vez deberíamos dejar los sueños y empezar a madurar. Tal vez yo no deba ser actriz. Puedo volver a la Universidad y encontrar otra cosa que hacer. Porque me fui, para hacer eso... ya pasaron seis años… y no quiero seguir haciéndolo.
-¿Por qué?
-¿Por qué, qué?
-¿Por qué ya no quieres hacerlo?
-Porque me duele demasiado.
Tienes una audición mañana a las 17:30. Estaré aquí afuera a las 8:00 a.m. Tú saldrás. O no. No lo sé.
-¿Cómo me encontraste aquí?
-La casa frente a la biblioteca.
Pensamos que podrías contarnos una historia.
Para todos los soñadores tontos sin remedio. Por los corazones que sufren. Por el caos que provocamos.
Ella me dijo que un poco de locura es la clave para poder ver nuevos colores. ¿Quién sabe adónde nos llevará? Y por eso nos necesitan. Que vengan los rebeldes. Las olas hechas por las piedras. Los pintores, los poetas y las obras de teatro. Y para todos, los tontos soñadores. Tan locos como puedan parecer.
Eso fue el origen de todo. Ella y la nieve y el... el Sena.
-¿Tú que vas a hacer?
-Tengo que seguir mi propio plan. ¿Sabes? Quedarme aquí y poner en marcha lo mío. Estarás en Paris. Allá hay buen jazz. Y ahora te encanta el jazz.
-Tendremos que esperar y ver qué pasa. Te voy a amar siempre.
-Yo también te amaré siempre.
¿Quieres tomar esta salida e ir a cenar?
-¿Quieres quedarte a oír otra?
-No. Mejor vámonos.
(Mañana, lo mejor de la banda de sonido de "La La Land"
viernes, enero 27, 2017
hay espacio para uno en el lugar de tus sueños
LA LA LAND
data: http://www.imdb.com/title/tt3783958
El éxito de “La La Land” es la reivindicación de lo sencillo. En el Hollywood de los efectos especiales al voleo, la vieja magia de contar la historia de “chica busca chico” sigue hechizando. Ni Ryan Gosling ni Emma Stone son eximios bailarines ni cantantes. Pero nos hacen creer que pueden bailar y cantar en las calles de Los Angeles mientras buscan su destino. Con muchas referencias a lo mejor de las comedias musicales, “La La Land” tiene un costado perverso que tal vez pase de largo: no hay espacio más que para uno cuando luchas por tu sueño. Maldición del eximio artista: como el baterista de “Whiplash”, el camino a la cima es un recorrido de uno. El premio es la soledad.
“La La Land” es, ante que todo, un homenaje a la ciudad de Los Angeles, el lugar donde todo es posible, la tierra donde se puede tomar al Cielo por asalto. En la fábrica de sueños, todos tienen derecho a intentar su oportunidad. En el camino quedan miles, pero eso no detiene el flujo de los que sueñan en sus pueblos campesinos, en las urbes atestadas, en los márgenes de Estados Unidos, los soñadores que piden su lugar en la mesa del arte. A los empujones, ávidos del golpe de suerte, forzando los límites, soñando con ser descubiertos.
Mirándolo bien, triunfar en el arte no es tan distinto que ser exitoso en el amor. También allí se busca a ese alguien en la multitud y se ruega al cielo por si hay algo para nosotros bajo el sol. El romance de Seb y Mia es un paralelo de ese otro romance que tiene el artista con el público: en ambos se busca la aceptación de alguien esquivo, arbitrario, caprichoso. En ambos casos, el protagonista salta al vacío y, con el corazón en la mano, espera encontrar al otro, lanzándose hacia uno, en la mitad de la acrobacia.
Damien Chazelle se permite tiempo para intercalar, en la historia de amor de los protagonistas, sus reflexiones sobre el jazz, columna vertebral de “Whiplash” y central en la trama de “La La Land”. Seb es el amante de un arte que se muere, en un mundo que venera pero no valora la música que ha pasado de moda. Un pop conceptualmente liviano, apoyado en el volumen y las luces de colores, se impone por la ligereza que caracteriza a estos tiempos. El jazz está en otra dimensión pero ya nadie quiere escucharlo. Y los lugares donde se toca y escucha jazz, van muriendo, uno a uno, cayendo en una batalla perdida. La cruzada de Seb es una quijotada. ¿Cómo vivir del jazz? ¿Cómo dedicarse en cuerpo y alma a lo que uno ama?
“La La Land” reflexiona sobre el arte y el mercado, tensión primordial que abruma a nuestros protagonistas. ¿Cómo vivir de lo que uno hace? ¿Cómo no tentarse con lo redituable aunque no sea lo que amamos? Seb y Mia pasan por todas las pruebas que debe pasar un artista: las propias dudas, la indiferencia del arte (el corazón) que uno ofrece, el hastío ante el maltrato de la industria, la desazón por la suerte esquiva. Y la respuesta está en una de las últimas canciones de la película, en la que Mia canta por todos los soñadores tontos sin remedio: “un poco de locura es la clave para poder ver nuevos colores”. Cierto nivel de inconsciencia es imprescindible para ser un Artista (con mayúsculas). No para trabajar en el arte, sino para hacer arte, para ser esos personajes que tuercen la historia y llevan su disciplina a un estadio superior.
Hay una contracara obscura en la historia de “La La Land”: la soledad es el precio a pagar por la dedicación completa para lograr el éxito. Como el protagonista de “Whiplash”, los personajes de “La La Land” eligen una senda para lograr el éxito. Y en ese camino pierden a los que tienen al lado, dejan su amor antes de llegar a la cima. En las alturas, sólo hay lugar para uno. Y la dedicación que exige la profesión no es compatible con las necesidades del corazón. No es que Seb y Mia no se amen (o hayan dejado de amarse): en realidad, aman más su arte.
En una brillante escena, Chazelle resume esta tesis en la secuencia final, con el tema instrumental que es un diálogo implícito entre Seb y Mia luego de cinco años sin verse: lo que fue y lo que pudo ser. Esa pequeña gema eleva a “La La Land” a otra dimensión. Es algo más que un homenaje al musical norteamericano; la convierte en una melancólica mirada sobre las relaciones humanas, una desesperanzada reflexión sobre el amor en el nuevo milenio.
Hay algo en el genio que implica egoísmo. Es la filosa y oscura moraleja de esta película.
La banda de sonido de colección tiene la firma de Justin Hurwitz, amigo de Damien Chazelle y nos regala algunos temas memorables. Mi candidato al Oscar es “City of Stars” (con letra de Benj Pasek y Justin Paul). “Audition” y “Another Day of Sun” (de los mismos autores) suben al podio.
Ryan Gosling demuestra lo buen actor que es, como su presencia cambia el tenor de cada escena. De Emma Stone: tiene los ojos más profundos de Hollywood. Este dueto es clave para sostener la película, en una obra en la que todas las piezas encajan con precisión quirúrgica.
Notable filme, seguramente ganadora de la próxima ceremonia de los Oscars.
Mañana, las mejores frases.
sábado, enero 14, 2017
frases de “Hasta el último hombre”
Son los niños de Doss. Locos como su padre.
Excavaron la esquina en la calle principal. Pusieron una banqueta. Ya no la reconocerías ahora. Y a ti yo ya no te reconocería. Con trabajo me reconocen a mí cuando paso caminando. Es como si hubiera muerto contigo. Como si nunca hubiéramos existido
-¿Por qué están peleando?
-¿Desde cuando necesitan una razón?
¡Muy bien! ¡Llénalo de besos! ¡Dile que el mundo es un lugar suave y gentil!
-Pude haberlo matado.
-Sí, pudiste.
-¿Por qué nos odia tanto?
-No… él no nos odia. Él se odia a sí mismo... algunas veces.
-¿Tú pusiste este torniquete?
-Sí, doctor.
-Buen trabajo. Puedes haber salvado la vida de este chico.
Siempre quise ser doctor pero no tuve mucha escuela.
-¿Cuál es la diferencia entre una arteria y una vena?
-¿De qué estás hablando?
-Del chico del accidente.
-Las arterias escupen sangre.
-¿Y las venas?
-Sangran. Creo que debiste de practicar tu conversacion de chico y chica antes de venir.
-Probablemente sí.
-Lo siento, no creí que te importaría.
-No preguntaste.
-Pensé que te gustaría.
-Podría ser si lo hubieras pedido. ¿Vienes?
Bonito uniforme, buena confección. Me recuerda a mi uniforme cuando fuimos a Francia.
-¿No vas a abofetearme verdad? Porqué me caeré y te llevaré conmigo.
-Bésame y averígualo.
Seré un médico. Veré como salvar gente no matarlos.
La guerra deja recuerdos que incluso la victoria no puede borrar.
-Entonces… ¿vas a pedirme que me case contigo o qué?
-Bueno no lo sé… ¿querrías?
-Bueno… no lo sabré si no preguntas.
-Estos tres fueron mis mejores amigos. Crecí con ellos. Me metí en problemas con ellos, perseguí chicas con ellos. Me enlisté con ellos. La mitad de ellos está ahí, cubiertos de tierra y pasto, comidos por los gusanos. No quiero tener que visitar a mis hijos aquí.
-Papá… ya me enlisté en el ejército. No podría haberlo hecho otra cosa, papá. Todos los demás lo están haciendo.
-Sabes, los soldados que se van, se van porque pueden hacer eso. Tú no puedes. Tú tienes que sentarte y rezar y hacerlo por todos. Me refiero a… mírate lo estás haciendo ahora mismo No podrás ser capaz de vivir contigo mismo si te vas.
-No, no podré conmigo mismo si no lo hago.
Sabes, lo que sea que te hayan puesto en la cabeza, jamás va a poder salir de ahí. No funciona así. Y si de alguna manera… no sé… por suerte, sobrevives... no le estarás dando gracias a Dios.
Esos testículos le pertenecen a un hombre que se hace llamar Hollywood. Parecería que le pertenecen a un tipo más pequeño.
¿Cuánto tiempo hace que estás muerto, hijo?
-Hay algo raro en tu aspecto, cabo. No puedo identificarlo… ¿acaso es tu cabello? ¿Es la verruga entre los calzoncillos?
-Tengo un cuchillo en mi pie, sargento.
-Ah, sí… claro. Eso es. El cuchillo.
-¿Algún problema Tallo de Maíz? ¿Es que no había uno de su tamaño? ¿O el color es el problema?
-No, Sargento. Se me dijo que no tenía que cargar un arma.
-¿Eres un objetor de conciencia y te uniste al Ejército?
-Bueno no, no señor... Mi conciencia es cooperativa.
Soy voluntario. No tengo problema con usar uniforme y la bandera y hacer mis deberes. Lo que no puedo es cargar un arma ni tomar la vida de alguien.
-¿Tú no matas, eso es?
-Sí, señor. Eso es. No puedo matar en la guerra.
Simplemente debemos pedir al enemigo que no invada en sábado, porque el Cabo necesita orar.
Quiero que conozcan al Cabo Desmond Doss. El Cabo no cree en la violencia. Él no practica la violencia, ni siquiera le gustaría tocar un arma. Verán el Cabo es un Objetor de Conciencia. Así que les pido, no busquen que él los salve en el campo de batalla. Porque, indudablemente, estará ocupado peleando con su conciencia para ayudarles.
Espero que todos en esta compañía, le den al Cabo Doss el respeto que se merece, por el corto tiempo que estará con nosotros.
La mitad de la Biblia para la mitad de un hombre.
Verán yo no creo que esto sea cosa de religión, amigos. Creo que es cosa de cobardía.
Sé que ustedes me metieron en la Sección Ocho para que me fuera del Ejército. Pero no. No lo haré. Yo simplemente creo en lo que creo.
Lo que no pueden reconocer, es que la unidad es tan débil como su miembro más débil.
¿Por qué diablos sigues aquí?
-Esto no es bueno para nadie.
-Es seguro que no es por lo que me uní.
-Lo siento. A veces los hombres se echan atrás.
-Algunos hombres podrían. Pero no mi Desmond.
-Creo en este libro tanto como cualquier otro hombre. Pero, como cualquier otro hombre, peleo con mi conciencia. Pero…. ¿qué haces cuando todo lo que valoras está bajo ataque?
-No lo sé, señor. No puedo responder estas preguntas. Pero yo también siento que mis valores están bajo ataque. Y no sé porqué.
¿Qué harás cuando veas un soldado herido o te ataquen? ¿Pegarle con tu Biblia?
Deja a los hombres valientes ganar esta guerra.
-Van a enviarte a prisión, Desmond. Debe haber alguna otra manera.
-Yo no sé cuál podría ser.
Tal vez soy un orgulloso y tonto. Pero no sé cómo vivir conmigo mismo sino me mantengo fiel a lo que creo. Menos si tú quisieras vivir conmigo. Nunca seré el hombre que quiero ser ante tus ojos.
No pienses, por un momento, que me decepcionas. Voy a amarte, no importa qué.
-¿Sería tan amable de decirle que el coronel Thomas Doss quiere hablar con él?
-Él está en una cita muy importante.
-Yo peleé con él en Francia. Era mi capitán.
Desde que los japoneses atacaron Perl Harbor, yo lo tomé como algo personal. Todos los que conocía estaban enojados, incluyéndome. Había dos hombres en mi pueblo que se suicidaron porque los declararon no aptos para el servicio. Tengo un trabajo en una planta de defensa y podría haber tomado un aplazamiento... pero eso no está bien. No está bien que otro hombre tenga que luchar y morir, mientras yo estoy en casa sentado a salvo. Yo necesito servir. Yo tengo la energía y la pasión para servir como un médico, justo en el medio con los otros chicos, sin menos peligro sólo... mientras todos los demás están tomando la vida de otros, yo estaré salvándola. Con el mundo desgarrándose, no parece una mala cosa querer poner un pequeño pedazo junto a otros.
¿Es verdaderamente así como funciona, señor? ¿Peleas por tu país y das todo de ti y ya terminaron contigo? ¿El uniforme es olvidado y no tienes ninguna voz?
Cabo Doss: está en libertad de ser enviado al infierno de la batalla sin una sola arma para protegerse.
Ellos son a los que remplazamos.
-¿Pregunté: cómo es?
-Horrible. Tratamos de entrar seis veces. Y seis veces nos lanzaron fuera.
Bueno… ya no es Kansas, Dorothy.
-¿Prioridad? Él estará muerto antes de que lo bajemos.
-No lo sabes. Bájenlo… ¿De acuerdo?
Disparen a todo lo que no hable inglés.
No juzgues rápido. Juzgar a la gente rápido puede llevar a equivocarte.
-Pero no lo mataste.
-En mi corazón lo hice. Y ahí es donde le hice mi promesa a Dios que no tocaría un arma otra vez.
Señor... permite salvar a uno más.
Pensé que estaba ciego.
-¿Quién hizo esto?
-Doss, el cobarde.
Lo siento. Todo lo que vi era ese chico flaco. No sabía quién eras. Hiciste más que cualquier otro hombre al servicio de este país. Nunca me equivoqué tanto con alguien en mi vida. Espero que un día puedas perdonarme.
Tenemos que regresar esta noche.
Muchos no son como tú pero creen mucho en lo que tú crees. Lo que hiciste allá puede ser un milagro. Y quieren un poco de él. Y no subirán sin ti.
-Esperamos, señor.
-¿Esperando qué?
-Que el soldado Doss termine de rezar por nosotros, señor.
-Doss reza por ustedes. ¿Quién rayos es el cabo Doss?
Vamos a trabajar.
Cuando estas convencido de algo, eso no es broma. Eso es lo que eres.
Los héroes reales están enterrados ahí abajo.
viernes, enero 13, 2017
el valor de un hombre
HASTA EL ÚLTIMO HOMBRE
data: http://www.imdb.com/title/tt2119532
El estilo de “Hasta el último hombre”, la última pelicula de Mel Gibson, recuerda las películas de posguerra de Hollywood. Cierta pátina de patriotismo y honor, con ciudadanos normales que se convierten en héroes al ser puestos en situaciones inesperadas. Gente de fe. Fe en su Dios, fe en su Patria. Gente dispuesta a hacer lo correcto. En ese tono, los personajes no cuentan con muchas dimensiones, los soldados rebozan de testosterona y abundan los slogans.
En esas coordenadas se mueve el filme de Mel Gibson. Pero parece una decisión adrede, porque en lo que Gibson cambia es en retratar, con su habitual cámara inclemente, el infierno del campo de batalla. No ahorra crudezas, no se reserva ninguna imagen por pudor. Los cuerpos mutilados, las ratas comiéndose los cadaveres, los enemigos ardiendo vivos. Ese tono no es el de los filmes de la posguerra con el que empezamos esta crítica. Ahí hay una de las claves para acercarse a “Hasta el último hombre”. Porque ese tono idealista inicial sirve para el contraste con el horror de la guerra. Y es el contexto en el que vemos la epopeya del protagonista. La guerra de Desmond Doss no es contra los japoneses: es contra su propia naturaleza violenta. Y entonces sospechamos que el toque ingenuo de los primeros momentos del filme están puestos para realzar la prueba que pasa el protagonista.
Desmond Doss no es un invento de un guionista: fue un creyente adventista, voluntario en la Segunda Guerra Mundial, objetor de conciencia que se propuso pelear la guerra sin tocar un arma. Esa postura lo enfrenta primero al Ejército de los Estados Unidos de América que hace todo lo posible para que se rinda y deje su puesto. Allí empieza la primera lucha de Desmond Doss: no flaquear en su voluntad, no dudar de sus creencias religiosas. Ese primer paso fue lo suficientemente duro como para conformarse con esa victoria. Pero no es lo peor que deberá enfrentar Doss.
La segunda etapa es la prueba de fuego en el frente de Okinawa, en la cima de una altura a la que han subido seis veces los aliados y de donde bajaron en igual cantidad de veces, repelidos por el fuego de los japoneses. Ese lugar es el campo de prueba de Doss. Ese sitio es el infierno. Dios está ausente cuando el hombre mata al hombre. Y en ese lugar, el alma de Doss se probará. Allí, clamará al cielo, preguntando qué espera Dios de él. Y la respuesta es salvar vidas, en un sitio donde la muerte abunda.
Cuando baje de esa colina, de esa altura cortada en vertical, Doss volverá con la sabiduría del héroe que vio a la divinidad. En el horror, en lo más miserable del ser humano, Doss encontrará a Dios y exaltará la humanidad que está ausente. El protagonista se vuelve héroe y el mensaje de Dios, el de no matar, brilla en su jornada. Doss se prueba y prueba a otros sus creencias. Ha tenido el valor de arriesgarse por sus creencias aunque eso implique alejarse de la engañosa seguridad de un fusil.
Andrew Garfield le da esa cara de sorpresa provinciana al héroe Desmond Doss. Teresa Palmer ese rostro de la novia que todos queremos tener. Hugo Weaving la máscara torturada del hombre que no puede olvidar el pasado. La escena de Weaving con el uniforme anticuado de la Primera Guerra define al personaje. Breve momento, pero clave. Porque él se redime (conjura sus fantasmas) cuando interviene para que su hijo cumpla con su destino. Poética decisión: ser decisivo para mandar a tu hijo a un lugar al que te opones que vaya.
Escarbando sobre la trama de “Hasta el último hombre”, vale una reflexión: Doss estuvo dos veces en su vida a punto de matar a alguien. En un caso a su hermano (recuerdo de Abel y Caín): ahí comprendió que podía matar; en el otro a su padre: ahí comprendió que se puede matar a alguien sin herirlo, cuando se lo mata en el corazón. La epopeya de Doss en el campo de batalla no es contra los japoneses: es una lucha por su propia alma, un combate interior. Enfrentarse al asesino que llevamos dentro y conjurarlo (como lo hizo su padre con sus fantasmas de la Primera Guerra). Creer verdaderamente en la palabra de Dios, a través de los actos, más allá del texto. Cuando Doss asiste a un japonés en el interior de una cueva, redime las nieblas de su alma. Ese ingenuo mundo de la iglesia una tarde de sol mostró su fortaleza en los campos donde juega el Demonio.
Otra obra decisiva en la filmografía de Mel Gibson, tal vez uno de los directores más incomprendidos del cine actual. Su mano es inconfundible; con sus trazos gruesos, es un creador que dice mucho más en sus obras que otros mimados por la crítica. “Hasta el último hombre” tiene suficientes méritos para no pasar desapercibida.
Mañana, las mejores frases.