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críticas chatarras

miércoles, diciembre 14, 2016

toda educación es una imposición 


CAPITÁN FANTÁSTICO
data: http://www.imdb.com/title/tt3553976

Criticamos al mundo por sus hipocresías y contradicciones, por la perversión de su escala de valores, por las injusticias y las incoherencias. Soñamos con un mundo fuera del mundo, una sociedad utópica, con más contacto con la naturaleza, con el desarrollo del intelecto y del físico. Y cuando alguien toma las riendas de su vida y educa a sus hijos en esos anarcoprincipios, cuando un tipo le da la espalda a la sociedad y se aisla en la selva para vivir una vida con menos sobremedicación y subeducación, el resultado es tan desastroso como el hijo del vecino que se atiborra de hamburguesas y play station. En esta simpática película, con la sobrepoderosa presencia de Viggo Mortensen, los claroscuros de la formación de los niños nos lleva a la convicción de que toda educación es una imposición, incluso la que consideramos buena.



Ben Cash (el Capitán Fantástico del título) es un padre de familia de seis niños y una esposa bipolar, al que decidieron darle una vida de filósofos reyes. Como la utopía de Platón, los pibes están sometidos a un duro régimen de entrenamiento físico, de aprender elementos de autosubsistencia y, en paralelo, un no menos riguroso plan de lecturas y debates. Los monstruitos son unos chicos que tanto saben desollar un ciervo como colgarse de una pared de la montaña o comentar las sutilezas de la mecánica cuántica. Y que, como todo chico, extrañan a su madre que por su enfermedad está alejada, residiendo en la civilización que representa todo aquello que desprecian.

Un hecho trágico los llevará a ese padre de familia peculiar y a sus hijos, a reencontrarse con los lazos familiares y la civilización que dejaron atrás. Y en ese contacto, se verán tan pérdidos como cualquier chico de ciudad dejado en medio del bosque. Ése es el conflicto: los reclamos de los niños que se convierten en adultos, la necesidad de dejar atrás la tiranía natural del padre y buscar el propio camino y la carga de culpa de todo educador que se preguntaba si lo que enseñó será lo indicado para que ese alumno sobreviva en un universo amenazante y cambiante.



En un tono de comedia dramática, el guión del director Matt Ross tiene la habilidad de identificarnos con esa troupe de loquitos, mezcla de anarquistas y hippies. Primero nos ponemos la camiseta, los alabamos, hace fuerza por ellos. Y luego, cuando confronta la realidad, nos damos cuenta que no dejan de estar un poco chapitas. En el resumen final, condensamos una conclusión: como cada uno de nosotros, no tienen la fórmula de la felicidad. La vamos buscando en el camino, paso a paso, según como venga. Y el secreto (el único secreto) está en saber ser flexible y en cambiar, cambiar las convicciones porque ninguna vale tanto para arruinar una vida.

Hay una reflexión sobre la vida del salvaje perdida en el confort urbano. Aunque sea valioso mantener algunos de esos preceptos (la interacción con la naturaleza, el entrenamiento físico, la aceptación del sexo y las enfermedades), al avanzar la trama se revelan como incompletas para enfrentar la vida. Ben y sus hijos chocan con la incompresión de sus posturas filosóficas. Pero, también, ellos tienen esa pátina autoritaria al juzgar las conductas de otros. En esa actitud defensiva se oculta cierto temor, temor a lo distinto. La interacción con la sociedad es más intimidante que las criaturas que habitan el bosque.



Fórmulas de transacción entre lo que creemos y los que los otros creen, parece ser el camino del medio que termina eligiendo Ben.

Hay algunos momentos deliciosos de las peripecias de Ben y su familia. El diálogo familiar sobre “Lolita”, los consejos a su hijo Bo, Viggo tomando mate desnudo, los atuendos mamarrachescos con que se presentan en la iglesia, los abrazos de la abuela, el peculiar velorio del final. Esas gemas y la empatía del elenco, son los mejores aciertos de una película, posiblemente menor, pero grata al ojo.

Mañana, las mejores frases.

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