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críticas chatarras

jueves, diciembre 11, 2008

las certezas del futuro 

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LA ELEGIDA

La catalana Isabel Coixet es una de las directoras más interesantes que asomaron en la cinematografía en los últimos tiempos. En sus películas, los personajes son colocados contra la pared, en circunstancias extremas, con la muerte rondando sus pasos. Las certezas que hasta entonces esgrimían con convicción, suelen deshacerse como un castillo de naipes. Sólo entonces, ante la amenaza fatal, los protagonistas adquieren una verdad, un conocimiento que los eludía hasta entonces.

Recuerdo cuánto me conmovió “Mi vida sin mí”, con Sarah Polley, la historia de una chica joven que va a morir de cáncer y ordena las cosas para su partida, ordendo el futuro de su marido y su beba. Sorprendía con que mano firme, Coixet no caía en golpes bajos y nos llevaba a una revelación: Ann, su personaje, ya estaba muerta hace mucho, cuando su vida no tenía nada más que dar a los 24. Lo suyo era una despedida anunciada. Esa era la verdadera tragedia de la historia.

“La elegida” sigue esa línea de personajes con la seguridad del preconcepto, férrea estructura que la vida se encarga de desmentir zarandeando el árbol cuando menos se lo esperan. Esa crisis, paradójicamente, sirve como revelación. Revelación terminal, pero revelación al fin.

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Este guión de Nicholas Meyer (sobre la novela de Philip Roth) nos cuenta la historia de David Kepesh, un literato e intelectual, que seduce a sus alumnas universitarias. Llegado a la madurez, se pregunta hasta cuándo su cuerpo seguirá demandando sus necesidades carnales, cuándo será el momento de la declinación. En esa instancia previa del adiós, Kepesh entabla una relación con Consuela, una joven estudiante a quien supera en tres décadas.

Lo que parece ser otra relación sexual ocasional, se convierte en el gran amor de su vida. El componente dramático es que el independiente y seguro Kepesh, el seductor, el intelectual, el hombre de mundo, ha desconocido hasta ahí lo que es el amor. Y en su madurez, flameará inseguro como un adolescente, por ese sentimiento desconocido. Kepesh pierde el control y eso lo aterra. Su mundo seguro, establecido, ordenado, se cae a pedazos cada vez que Consuela lo mira.

Las certezas son un acto de soberbia. En el imprevisto giro final, Kepesh descubre que todas sus suposiciones, todos sus “pero”, no tenían ningún fundamento. El futuro es tan impredecible como implacable. Comprender lo que es el amor, aunque sea el final. Ese será el destino de su viaje.

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“La elegida” cuenta con notables actores que tensan la cuerda lo justo para dar con el tono austero que impone Isabel Coixet a sus criaturas. Tipos como Ben Kingsley, Dennis Hopper, Peter Sarsgaard o una actriz como Patricia Clarkson, son responsables de los grandes momentos de este muy buen filme.

Lamentablemente, Coixet se dejó tentar por la figura marketinera de Penélope Cruz, uno de esos pecados fatales. Junto a las otras actuaciones, los planos de Penélope Cruz son agujeros negros que fagocitan todo rastro de emoción, de actuación, de cine.

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Es uno de los grandes misterios de porqué le siguen dando buenos papeles y porque las críticas no cansan de elogiarla. No recuerdo muchos actores (tal vez, Tobey Maguire) que le tiren un primer plano y que su mirada no muestre nada, pero absolutamente nada, detrás. Es un papel en blanco. Total y absolutamente inexpresiva. Cero emoción, cero seducción. Sin Cruz, “La elegida” hubiera alcanzado las cimas de las obras maestras.

Escenas destacadas: la primera charla de Kepesh y su hijo; la reaparición de Consuela, tras dos años de separación; la muerte del amigo de Kepesh.

Las mejores frases, mañana.

CONSEJO: ir a verla.

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