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críticas chatarras

miércoles, julio 02, 2008

el huevo de la serpiente 

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LA CUESTIÓN HUMANA

Las semejanzas del lenguaje revelan los modos del autoritarismo. La jerga técnica no es neutral. Cierta imparcialidad del análisis esconde la subjetividad consciente de la decisión. Los patrones son los mismos: desde el ingeniero que detalladamente resuelve el problema técnico de apilar los cuerpos en el camión en el que gasean a las víctimas del nazismo hasta el gerente de recursos humanos que depura a la mitad el plantel de una empresa posmoderna. De eso trata “La cuestión humana”, un filme francés austero, duro, críptico por momentos, no del todo bien logrado en su resolución, pero que nos asoma al abismo de una gran idea: cuál es el camuflaje actual del viejo autoritarismo.

“La cuestión humana” tiene dos etapas claramente diferenciadas. Una primera, de cerca de una hora, en la que el protagonista Simon (el archipresente Mathieu Amalric, figurita repetida para el cinéfilo), un especialista de gestión de recursos humanos, afronta un encargo especial de la dirección de la empresa. El trabajo es investigar, sigilosa y discretamente, a un director que, aparentemente, ha dado muestras de perder la razón. En su metódico trabajo, Simon camina de puntillas entre el interés de la empresa en sus dirigentes y la conspiración subterránea infundada.

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En esa primera etapa, el filme mantiene cierto interés aunque la trama se desenvuelve con cierta morosidad que no la beneficia en absoluto. Pero se adivina cierta violencia contenida, olla de presión a punto de explotar tras la cordialidad de los hombres de traje.

El contexto acentúa el clima de opresión, frustración y paranoia, con seres asexuados, solitarios, de pasiones que explotan en reductos marginales, incapaces de mostrarse al otro tal como son. La secuencia de la rave tiene esa finalidad subyacente, de mostrar el descontrol del personaje que es la quintaesencia del autocontrol.

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En algún momento, la película empieza a derivar hacia lo simbólico, dejando de lado el centro de la intriga, i.e. la salud mental del directivo bajo investigación. Allí la película pasa al mensaje sociológico a partir de la lectura del informe de un ingeniero de la Alemania nazi que describe, con precisión quirúrgica, la mejor manera de distribuir en un camión, los cuerpos de las víctimas asesinadas con gas.

Ese parlamento es un ejemplo de cómo describir el horror con un lenguaje en una primera lectura inocente. Lamentamos no haber encontrados el parlamento de esa escena porque es un discurso muy apropiado para estos tiempos de tanta gente que sólo cumple órdenes.

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Esa es la parte más interesante desde la esfera de las ideas, más débil desde lo dramático. Las tesis (las nuevas formas de gestión de recursos humanos son meros disfraces para ejercer la discriminación autoritaria; el lenguaje es una máscara para esconder las verdaderas intenciones) asoman claras en su expresión, pero mal ejecutadas como resultado de la confrontación dramática.

Tal vez ese cambio de estilo explique porque “La cuestión humana” nos termina dejando una sensación de ser mucho menos de lo que prometió ser. No obstante este desbalanceo estructural, el filme tiene apuntes más que interesantes y nos deja picando una idea inquietante: la impunidad del pensamiento. No es para seguir de largo, aunque no sea una tarea grata su deconstrucción.

CONSEJO: para amantes del cine arte, esperar al DVD.

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